Invertir en criptoactivos: Cómo limitar el riesgo al fraude

11 de agosto de 2022

En 2017, miles de inversores de más de 175 países se encontraron con los bolsillos vacíos tras haber invertido casi 4.000 millones de dólares en una criptomoneda llamada “OneCoin”. La mente maestra del proyecto, Ruja Ignatova, desapareció con lo que se cree que es la cantidad total.

Esta noticia ha tocado la fibra sensible del mundo de las criptomonedas. La BBC incluso le dedicó un podcast. Y aunque este caso fue un fraude a gran escala, el hecho es que los esquemas fraudulentos son frecuentes en el mundo de las criptodivisas, que incluye las criptomonedas (como Bitcoin) y los tokens no fungibles (NFT).

La posesión de estos tokens otorga a los inversores derechos que pueden adoptar diferentes formas (ya sea el acceso a un bien -como una obra de arte-, un servicio o algo similar a la posesión de una acción).

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Llevo muchos años interesada en el estudio del fraude, primero en mi práctica profesional como auditora y contable forense, y después como investigadora. Me interesan principalmente los factores que conducen al fraude, así como los indicadores y las repercusiones del mismo.

Más recientemente, mi interés se ha centrado en el fraude relacionado con los criptoactivos, ya que estas nuevas tecnologías conllevan nuevos riesgos y limitaciones a los que se enfrentan tanto los usuarios/inversores como los reguladores.

Una cantidad alarmante de fraude

Un informe de 2018 de una empresa de criptoactivos estima que casi el 80% de todas las ofertas iniciales de monedas (ICO) lanzadas en 2017 -como la emisión de nuevas criptodivisas- fueron fraudulentas.

Por supuesto, no es posible medir con precisión el número de fraudes que se producen cada año, entre otras cosas porque la mayoría no se denuncian a las autoridades pertinentes.

Sin embargo, esta alarmante cifra debería plantear a los posibles inversores preguntas sobre cómo gestionar los riesgos que están asumiendo.

Hay que tener en cuenta que los criptoactivos están sujetos a poca o ninguna regulación en todo el mundo. Los organismos reguladores, como la Autorité des marchés financiers de Quebec y la Security and Exchange Commission de Estados Unidos, llevan tiempo trabajando en el tema, pero la regulación en ciertos ámbitos va con retraso.

Una de las razones es el carácter descentralizado y sin fronteras de estas inversiones, que dificulta especialmente la elaboración y aplicación de leyes y reglamentos.

Indicadores tradicionales de fraude

La inversión en criptoactivos entra en el ámbito de la tecnología financiera, comúnmente denominada FinTech. Las herramientas para invertir en FinTech difieren significativamente de las de las finanzas tradicionales. Los inversores en FinTech suelen estar impulsados por la búsqueda de ganancias rápidas, rozando la especulación.

Una mujer pasa por delante de la oficina de la criptomoneda OneCoin, fundada por Ruja Ignatova, que defraudó miles de millones de dólares a los inversores. (Shutterstock)

Lo cierto es que las señales de fraude -que existen desde hace mucho tiempo en las finanzas tradicionales, como las inversiones en bolsa- también están presentes en las FinTech.

Sólo hay que pensar en las promesas de rentabilidades increíbles, muy por encima de lo que generan los mercados regulados.

O la presión que algunos promotores de productos financieros ejercen sobre los inversores para que actúen con rapidez, lo que empuja a los inversores a colocar su dinero sin tomarse el tiempo de meditar su decisión.

Esta urgencia la sienten especialmente los inversores cuando un promotor juega con su miedo a perder una increíble oportunidad de inversión, incitándoles así a colocar su dinero rápidamente para adelantarse a los demás.

Se podría establecer un paralelismo con las promociones de productos en las tiendas que se venden a precios reducidos, mientras se afirma que las cantidades son limitadas. Sin embargo, en el caso de la inversión, a menudo resulta ser un esquema fraudulento más que una oportunidad atractiva.

Documentos explicativos, no normativos

El aspecto tecnológico de los criptoactivos significa que han surgido nuevos indicadores de fraude a su paso. Dado que éstos difieren de lo que los inversores están acostumbrados a escuchar de los responsables de informarles sobre los riesgos -incluidos los asesores de inversión-, es muy importante que los inversores presten mucha atención a los proyectos en los que están considerando invertir.

De hecho, la ausencia (o casi) de regulación significa que, por el momento, los inversores son los únicos responsables de protegerse contra los esquemas fraudulentos que abundan en el sector.

Algunos fondos de inversión ofrecen fondos cotizados en bolsa de criptomonedas. Pero el hecho es que estas inversiones conllevan un riesgo de volatilidad.

Al igual que en el caso de una inversión tradicional, los equipos que están detrás de la ICO publican lo que se llama un “libro blanco”.

Al igual que un prospecto para una oferta pública -cuando una empresa recauda fondos adicionales a través de una oferta de acciones, por ejemplo-, este documento proporciona al inversor potencial una gran cantidad de información sobre el proyecto propuesto. Entre otras cosas, explica cómo funciona el proyecto y quién es el equipo que lo respalda.

La facilidad de la inversión, unida a la publicidad arrolladora (especialmente en medios sociales como Facebook), hace que la gente se vea tentada a invertir en criptoactivos. (Shutterstock)

Sin embargo, las similitudes con los folletos terminan ahí porque, a diferencia de éstos, los libros blancos no están regulados. Por tanto, un emisor puede mostrar lo que quiera y, a la inversa, omitir información que podría resultar útil para un potencial inversor.

Es importante señalar que, para la mayoría de los proyectos, cualquiera puede emitir un libro blanco. Pero los reguladores recomiendan encarecidamente que la entidad en cuestión esté registrada, no sólo para generar confianza entre los posibles inversores, sino, lo que es más importante, para garantizar el cumplimiento de las normas vigentes.

Nuevas señales de fraude

Hay nuevas señales de fraude que son exclusivas de los criptoactivos. Hemos visto libros blancos que contienen elementos que se contradicen, incongruencias o incluso errores en el nombre de la empresa que está detrás de un proyecto.

Algunos libros blancos se copian de otros proyectos y se revisan rápidamente, dejando atrás errores tipográficos. Hay que tener en cuenta que, por regla general, una ICO es un proyecto único y una copia suele ser señal de un proyecto fraudulento.

Un anuncio de la Autorité des marchés financiers, que pretende concienciar sobre los riesgos asociados a las criptoactivos.

Otro indicador de posible fraude es un libro blanco en el que ciertos pasajes son demasiado complejos para ser leídos fácilmente. Esto debería llevar al inversor potencial a cuestionar la seriedad del proyecto.

El objetivo principal de un libro blanco es informar al inversor, por lo que nunca debe utilizarse un lenguaje abstruso para proyectos que se presentan como coherentes.

Además, debido a la complejidad tecnológica del trabajo, el equipo que está detrás del proyecto es especialmente esencial para su éxito. Por ello, si la documentación del proyecto no incluye una descripción del equipo, ya sea en el libro blanco o en su sitio web, esta ausencia debería suscitar dudas en la mente de un inversor.

Por otra parte, suele ser bastante fácil ponerse en contacto con el equipo que está detrás de una ICO para hacer preguntas u obtener información adicional sobre el proyecto, lo que no ocurre en la financiación tradicional. Si un inversor potencial no puede ponerse en contacto con el equipo, de nuevo, hay razones para cuestionar la seriedad del proyecto.

Encontrar cualquiera de las señales de fraude mencionadas anteriormente no significa necesariamente que un proyecto sea fraudulento. Sin embargo, reconocer estas señales hará que un inversor esté mejor equipado para gestionar los riesgos de inversión relacionados con el fraude que son particularmente frecuentes en el ecosistema de los criptoactivos.

Autora: Annie Lecompte