Buena parte del futuro de la criptomoneda la tienen en sus manos sus principales enemigos: los bancos centrales y los políticos.
28 de febrero de 2021
Hay anuncios de empresas que facilitan la compra de bitcoin en las marquesinas de Madrid. Y cuñas de publicidad en algunos programas de radio. Parece el equivalente moderno a la famosísima anécdota del limpiabotas de Joe Kennedy: cuenta la leyenda que el patriarca de la familia de políticos más famosa de la historia de EEUU vendió todas sus acciones poco antes del crack del 29 tras recibir, una mañana, un consejo de compra mientras sacaba lustre a sus zapatos: “Si hasta este tipo habla de Bolsa”, vino a pensar, “es que ha llegado el momento de venderlo todo”.
El problema con estos tópicos es que siempre tienen una parte de verdad, pero también pueden llevarnos a meterlo todo en un mismo saco, por muy diferentes que sean las historias. Escucha uno hablar de bitcoin a 40.000 euros (llegó a superar los 47.000 hace unos días) y recuerda los 359 euros que valía hace sólo cinco años o los 8.000 euros a los que cotizaba hace seis meses. Y las imágenes de burbujas pasadas se suceden en nuestra cabeza: de los tulipanes a la Gran Depresión, pasando por la Bolsa japonesa, que se ha tirado 30 años sin recuperar sus máximos de finales de los 80.
Con todas las cautelas del mundo, sabiendo que aquí lo más sencillo sería no decir nada y esperar a los acontecimientos, hemos preparado una pequeña guía sobre lo ocurrido en los últimos meses y lo que está por llegar. Con algunas de las claves y las dudas que presenta el activo de moda. Hay gente muy humilde (no sabemos si también algún limpiabotas) que se ha hecho de oro con esto. También están los que han perdido un dineral. En medio, los que miran asombrados la cotización y se culpan por no haber escuchado a ese amigo que en 2016 les aconsejó meter unos eurillos en la criptomoneda.
1 – ¿Es el bitcoin una burbuja?: la pregunta del millón. Por supuesto, no sabemos la respuesta. Si lo supiéramos, nos haríamos ricos. Tanto si la contestación es positiva como negativa. Sólo tendríamos que apostar a qué iba a suceder.
Las burbujas lo son cuando explotan. Y aquí hay un apunte importante: bitcoin ha explotado ya varias veces. ¿Qué queremos decir? Que en varias ocasiones ha sufrido subidas vertiginosas en unos meses seguidas de caídas muy fuertes en su cotización que parecían anticipar el fin de la criptomoneda (o, al menos, el fin de su éxito a gran escala). A finales de 2017, cotizaba a más de 17.000 euros; unos meses más tarde, se había desplomado por debajo de los 3.000. Y miren ahora dónde está.
Es verdad que en todas las burbujas conocidas, las que hemos estudiado en los libros (tulipán, crack del 29, Compañía de los Mares del Sur, etc.), hubo momentos de rebote: caídas momentáneas seguidas de nuevas subidas… hasta el batacazo final. Pero nunca un desplome del 80% desde el pico, como vivió bitcoin a lo largo de 2018, seguido por una recuperación como la que se ha producido desde hace dos años.
2 – Y lo ocurrido en los últimos tres meses, ¿es una burbuja?: esto es otro tema. Puede haber activos que se vuelvan más valiosos (en el sentido de que más usuarios-consumidores comienzan a demandarlos, presionando al alza el precio) y en los que se mezcle esa subida de precio impulsada por sus fundamentales a una cierta actividad especulativa. Esa combinación de inversores a largo plazo y a corto, que simplemente apuestan por lo que hará el precio en los próximos días, semanas, meses.
En este caso, el problema se complica: ¿cuánto de la subida se debe a cada efecto? ¿cuál es su verdadero valor a largo plazo? ¿cuánto tardará el mercado en reconocer ese valor? De hecho, escribimos cada palabra con cierto miedo porque hablar de “valor” (un concepto subjetivo) en términos objetivos siempre es peligroso.
Para lo que aquí nos importa, la respuesta es que “podría ser que sí”: es decir, es compatible que el bitcoin sea un éxito a largo plazo con un desplome de su cotización a corto que refleje el miedo o las apuestas contrarias de los que simplemente han tratado de aprovechar la moda de las últimas semanas.
3 – ¿Qué tipo de activo es el bitcoin?: quizás ésta sea la pregunta más importante. O al menos la que sería más importante tener claro desde el principio, para luego tomar una decisión. Pero no todos los inversores se han parado un minuto a reflexionar sobre el tema.
Bitcoin es más parecido a una casa que a un bono. Porque no hablamos de un activo financiero, sino de un activo real. Bitcoin no tiene nada detrás. Cuando uno compra una acción, en realidad está adquiriendo un título que le da derecho a una parte alícuota de la propiedad de una empresa: es un activo financiero, respaldado por un activo real, y que te otorga los derechos que la ley reserva a los propietarios de las empresas. Por su parte, un bono es un título de deuda: un activo financiero que da derecho al poseedor a exigir un pago, con unas ciertas condiciones, al emisor del bono.
Cuando uno compra una casa, un cuadro o un lingote de oro, no tiene derecho a nada. Lo que tiene es lo que ha comprado. Lo puede usar, si lo desea. Y puede venderlo en el futuro, con ganancias o pérdidas, si encuentra un comprador.
Normalmente, asociamos los activos reales a algo físico y los activos financieros a un apunte contable. Quizás por eso, en el caso del bitcoin (un bien sin entidad física), muchos inversores se acercan a la criptomoneda con una mirada más parecida a la que dedican a las acciones que a la destinada a las joyas o el oro. Si uno sólo quiere comprar y vender a muy corto plazo, la operativa, costes o movimientos del mercado financiero puede que sean parecidos. Pero en lo que respecta a su naturaleza, no tienen mucho que ver.
Eso sí, en este epígrafe hablamos de los bitcoin, no de los posibles activos financieros (derivados, futuros…) referenciados a esta criptomoneda que pueda haber ya en el mercado o que vayan creándose en el futuro próximo. Para este tipo de activos las reglas son las mismas que para los que toman como referencia un índice, una acción, una divisa, el precio del crudo o cualquier otro activo.
4 – ¿Y la comparación con el euro?: pues tampoco es muy precisa. El euro, como el resto de monedas fiat, es un activo financiero. En este caso, un activo para su poseedor y, al mismo tiempo, un pasivo del Banco Central Europeo. Un pasivo peculiar, porque no tiene un cupón y porque no está claro a qué da derecho al poseedor si se presenta en Fráncfort, en las oficinas del BCE, a reclamar que le den algo a cambio. Pero, incluso así, aceptamos que un pasivo del BCE.
Rubén Manso explica, con muy buenos argumentos, que en realidad debería ser considerado parte del patrimonio neto del BCE y no como un pasivo; es un debate apasionante pero que excede los límites de este artículo.
Enfrente, bitcoin es, como ya hemos apuntado, un activo real. De hecho, si acaso podríamos decir que el bitcoin pretende sustituir o complementar al oro como dinero no sostenido por los estados.
5 – ¿Qué respaldo tiene el bitcoin? ¿Y qué suelo tiene su precio?: ninguno. Como no tiene respaldo una casa ni suelo su precio. Imaginen un inversor que mañana se compra una finca, con 200 metros cuadrados construidos, jardín, piscina y pista de pádel. A primera vista, parece muy valiosa. Su comprador pensará que siempre podrá sacar algo a cambio del inmueble, que hay un mínimo del que no bajará. Pero, ¿qué respaldo tiene? Ninguno. Lo que tiene es un bien al que él le otorga un valor. Y presupone que los demás también lo harán. Si, cuando vaya a venderla, no encuentra a nadie que opine lo mismo (por ejemplo, la finca está en Venezuela y nadie se quiere arriesgar a comprarla), no puede exigir nada a nadie, porque lo que tiene es un activo real no un título de deuda.
Algo parecido pasa con el bitcoin, una joya o el oro.
Aunque sí es cierto que hay una diferencia entre el bitcoin y otros activos del pasado: hasta ahora, los bienes reales que a lo largo de la historia de la humanidad han funcionado como dinero, sí tenían un valor de uso previo a su consolidación como moneda. El ejemplo más claro es el oro, que tiene usos como joya, en la orfebrería, algunas aplicaciones industriales, etc… El bitcoin no sirve para nada, salvo para lo que fue creado. Sus promotores quieren que sea una moneda y que su valor se derive de sus propiedades como dinero.
Alrededor de esta idea gira el gran debate en torno a la criptomoneda. Los escépticos nos recuerdan que sería algo completamente nuevo. Que nunca una moneda ha funcionado sólo por sus propiedades como dinero, que siempre había detrás algo de valor de uso al margen de estas propiedades. Los pro-bitconianos defienden que sí ha habido casos similares (por ejemplo, aquellos lugares sin metales en los que se generalizaron monedas como conchas o piedras, con muy poco valor de uso) y que, incluso aunque sea una novedad, esto no implica que sea imposible. Preguntaremos a algunos expertos en Bitcoin y en cuestiones monetarias por su opinión sobre el presente y futuro de la criptomoneda y casi todas sus respuestas versan sobre este punto].
6 – ¿Triunfará?: si lo supiéramos no estaríamos escribiendo este artículo, sino negociando con bitcoins. Eso sí, tres apuntes que nos parecen interesantes:
- Buena parte del futuro del bitcoin la tienen en sus manos sus principales enemigos: los bancos centrales. ¿Habría margen para el bitcoin si no existieran las políticas heterodoxas de la última década? Pues habría menos margen. Los estados temen las criptomonedas porque son una amenaza a su monopolio como emisores. Pero parecen temer más a la medicina que podría ser más efectiva: ser responsables, previsibles y cautelosos en el manejo de sus propias monedas fiat. En este punto, se puede dar una paradoja: si el bitcoin tiene éxito y mete el miedo en el cuerpo a los banqueros centrales… ese mismo éxito puede ir en su contra (porque los banqueros centrales, al adoptar una política menos expansiva, harían que las alternativas al bitcoin se revalorizaran y las criptomonedas perderían atractivo). También es verdad que la política siempre ha sido muy cortoplacista y que no parece que ahora vaya a cambiar. En la búsqueda de un dinero sólido y con reglas previsibles, los bancos centrales y los líderes políticos son aliados del bitcoin. Quizás sin saberlo. Pero la manipulación de sus divisas es lo que explica que salgan alternativas tan novedosas como ésta.
- El fraude: los informáticos aseguran que una de las claves del bitcoin es su diseño, que hace casi imposible el fraude por la descentralización, la obligatoriedad de los aceptación por parte de todos los nodos, etc… El problema es que estamos ante una de esas características que casi podríamos decir que son de todo o nada. Mientras no haya un fraude masivo, todo irá bien; el día que haya uno (si lo hay), el pánico puede desatarse. ¿Quién quiere un activo real que no es nada más que un conjunto de ceros y unos… si alguien puede copiar-robar-duplicar ese código? Y cuanto más valga, más tentación para el fraude. Sus defensores aseguran que es imposible que se produzca por la naturaleza descentralizada de la red y las pruebas que todos los nodos se exigen entre sí: salvo que uno olvide la contraseña de su cartera virtual (ese sí es un riesgo real), siempre podrá acceder a sus bitcoins y nadie podrá quitárselos. Pero el pasado nos ha enseñado que la imaginación humana es infinita, también en lo que respecta al fraude y al robo (tan infinita que, hace unos años, hubo un tipo que diseñó una moneda virtual de la nada).
- El dinero es en parte una convención. Y esto vale para el oro, las conchas, el tabaco en los campos de prisioneros o los euros. Sin entrar en un análisis detallado o teórico de este tema, podríamos resumirlo en que aceptamos euros porque sabemos que los demás aceptarán euros. Es un razonamiento circular, pero poderoso: no es tan fácil desmontar un acuerdo implícito en el que todos somos parte. ¿Y qué tiene que ver esto con el bitcoin? Pues mucho, porque, al contrario de lo que pasaba con otros bienes que tuvieron fuertes subidas de precios (las burbujas de las que hablábamos al principio), el bitcoin es, en cierto sentido, más sólido a 50.000 dólares que a 5 dólares. Porque ese precio de 50.000 dólares quiere decir que más gente está dispuesto a aceptarlo como dinero, tanto para gastarlo con posterioridad como para atesorarlo. [Emérito Quintana, hace unos días, explicaba en Tu Dinero Nunca Duerme este fenómeno curioso y sólo en apariencia paradójico]. No bitcoin todavía no es dinero y no lo será mientras su valor no se estabilice (o al menos su volatilidad sea similar a la de su principal competidor, el oro) y su aceptación sea generalizada. Pero está mucho más cerca de serlo a 50.000 que a 5 dólares.
7 – ¿Y qué puede hacer el pequeño inversor?: tener cuidado. Sabemos que es una simplificación, pero podríamos decir que, a grandes rasgos, hay dos formas de acercarse a un activo: (i) corto plazo – especulación; (ii) largo plazo – fundamentales.
En el primer caso, el comprador intenta anticipar los movimientos del mercado a un día, una semana, un mes vista. Puede ponerse corto o largo. La idea es adivinar qué harán los demás. Aquí el activo da un poco igual: se compra no tanto por lo que uno piensa que vale, sino por lo que piensa que los demás harán. Comprar bitcoin con esta finalidad es tan arriesgado (o poco arriesgado, eso que lo decida cada uno) como hacerlo con acciones, bonos, materias primas…
La otra opción es apostar a largo plazo. Si el bitcoin se consolida como moneda de aceptación universal (lo que no quiere decir que tenga que valer para todo y en todo el mundo, sino simplemente que se generaliza su uso, como medio de intercambio y depósito de valor), probablemente su precio a largo plazo subirá. Y podría hacerlo mucho. También es verdad que en esa decisión de si comprar o no bitcoin hay un segundo factor importante: ¿qué parte de la cartera dedicar a este activo? Los muy fan lo tienen casi todo metido ahí. Para un inversor no tan atrevido, puede ser una apuesta pequeña pero con grandes posibilidades.
Eso sí, en el caso de que uno quiera invertir a largo plazo en bitcoin, lo primero es hacer un trabajo previo, como con cualquier otro activo, sobre sus fundamentales, sus propiedades y el porqué de esta apuesta. Hace un par de años, Deusto publicó El patrón Bitcoin. La alternativa descentralizada a los bancos centrales, de Saifedean Ammous, un tratado sobre la criptomoneda, pero también sobre la historia del dinero, de los bancos centrales y de la politización y manipulación de la moneda. Puede ser un buen punto de partida para el que quiera iniciarse en el estudio de la materia: desde las características de la criptomoneda, las posibilidades de esta tecnología blockchain en otros ámbitos o la pérdida constante de valor de las monedas fiat en las últimas décadas por el uso y abuso de los que deberían ser sus valedores y protectores.
En este artículo no tocamos los detalles técnicos del bitcoin: la cadena de bloques, el trabajo de los mineros, la tecnología y el concepto que se esconden tras el código original, la idea de la descentralización, etc. No es necesario ser un experto en estos temas para comprender el atractivo del bitcoin o sus propiedades como moneda (como no hace falta una licenciatura en Químicas para invertir en oro). Pero una mínima aproximación a lo que hay detrás sí es interesante. Entre otras cosas, para confirmar (o no) dos de sus propiedades más valiosas: la descentralización en su emisión-minería-control y la enorme dificultad de que se produzca un fraude.
8 – ¿Cuánto valdrá un bitcoin dentro de 5 años?: eso no lo sabe nadie. Pero tanto si se dispara a un millón de dólares como si vuelve a los 500 dólares, será una historia apasionante. O si dejamos de hablar de bitcoin en términos de dólares: ése sería la mayor prueba de su éxito, que algún día dejemos de pensar en el bitcoin como “cuántos dólares me darán por un bitcoin” y simplemente midamos nuestra riqueza en función de cuántos bitcoin tenemos en nuestra cartera. Lo que no sabemos es si ese día llegará.
Fuente: libremercado.com